Fecha Publicación:
5 Diciembre 2010
Málaga Hoy | Entrevista -La campaña catalana ha introducido la inmigración en el discurso electoral. ¿Por qué y por qué ahora? -Porque es un argumento útil en una democracia que funciona en automático. En época de bonanza no te das cuenta con quien compartes los recursos, pero cuando hay que disminuir la tajada empiezas a mirar con mala cara a las personas con quien tienes que repartir. Si aparece una consigna que te dice que no debes repartir con todos, el resultado es fácil de adivinar. -¿Qué pasaría si nos levantamos un día y ha desaparecido el 8% de la población inmigrante? -Pues que tendríamos que ir a los invernaderos, a cuidar de los mayores y de los menores o a echar alquitrán en las carreteras en unas condiciones laborales muy cuestionables o inaceptables en muchos casos. Ese es un escenario que desmontaría la consigna. En otro escenario que desmontaría también la consigna aparecerían esos votantes como inmigrantes en cualquier país emergente con una Europa agonizante. Vistos de frente ambos escenarios, el voto se volvería más consecuente y más débil la consigna. Ahora bien, esto no quiere decir que no haya que regular los flujos migratorios, porque no se puede permitir que haya personas invisibles, abocadas a la marginalidad y sin derechos... No puede haber campamentos de personas donde el derecho a la salud no está garantizado, donde los niños no crecen con futuro. Y mucho cuidado, que también hay muchos inmigrantes perfectamente integrados en escenarios de igualdad, de respeto y tolerancia. -Francia ha expulsado gitanos. Ya no hablamos de inmigración de terceros países. -Y no es tampoco inmigración económica porque están apartados, marginados y con escasas posibilidades de entrar en el mercado de trabajo. Europa no puede permitir situaciones de tal marginalidad. Tiene que trabajar para darle a esa población las herramientas necesarias para integrarse y esas herramientas no son otras que la formación desde la cuna. Esa responsabilidad es cooperativa entre la administración europea, las nacionales y la propia comunidad gitana. -Usted estudia desde hace años la gerontoinmigración y en la Costa lo que hay es turismo de tercera edad. -¡Qué curioso! Se les llama turistas cuando juegan al golf, pero inmigrantes cuando están en la cola de la Seguridad Social. Entonces, ¿quiénes son inmigrantes? Para la ciudadanía los que consumen recursos son inmigrantes y turistas los que gastan, aunque todos sean extranjeros. -Los jubilados afincados en Málaga se han quejado del desorden urbanístico y los del Levante de la figura del agente urbanístico. ¿Tenemos un problema de inseguridad urbanística? -Lo ha habido y mucho. Un informe de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo destaca el desconcierto de estos ciudadanos así como de numerosos juristas, ante la falta de seguridad jurídica y la confusión producto de una legislación imprecisa o excesivamente compleja en materia de desarrollo urbanístico. En ese informe se pide a España la restauración de la confianza en el sistema judicial español. -Pero la seguridad jurídica es la que nos distingue de mercados como, por ejemplo, de El Magreb. -Es lo que nos debe distinguir, pero no todo el mundo es consciente de que la seguridad jurídica es una garantía de futuro. -¿Volverán los jubilados que se están yendo? -Es difícil el diagnóstico porque la incertidumbre se ha apoderado de nuestras vidas. Lo que sí parece claro es que ayuda poco la prolongación de la edad laboral en sus países de origen, los recortes de sus pensiones y del nivel de protección social y la caída de los valores mobiliarios. Lo que sí tengo claro es que cuando el fenómeno se restablezca, que lo hará, España tiene que haber alcanzado un alto nivel de excelencia para poder competir; y me refiero no sólo a campos de golf o gastronomía donde el nivel es muy alto, sino en la oferta de servicios profesionales en materia de envejecimiento activo y de autonomía personal, de transportes, de idiomas, de normas de urbanidad, de limpieza, de servicios socio-sanitarios… -Pero los europeos tienen reconocidos los derechos socio sanitarios. -El derecho que se reconoce es a la igualdad y lo que se prohíbe es la discriminación. El asunto a debate es la compensación del gasto. Existe una normativa comunitaria de coordinación de las cajas de la Seguridad Social y si se hacen bien los deberes y se consigue una buena práctica en materia de facturación, el gasto se conseguiría equilibrar bastante. No se trata de no dar prestaciones, al contrario, ese es uno de nuestros valores añadidos como destino, pero deben ser compensadas por los países de origen. Estos ciudadanos no son responsabilidad exclusiva de España, sino también de su país de origen porque ellos han pagado allí su Seguridad Social. -¿Y las prestaciones sociales? -Ese es un asunto importante que debería ser abordado cuanto antes porque no tenemos normas de coordinación como en materia sanitaria y además estos jubilados europeos tienen una gran cultura de la protección social. -En Europa se han ensayado dos modelos de inmigración. -Y ninguno ha dado resultados. Sami Nair nos dice que en Francia el modelo de integración no ha dado resultado y el multiculturalidad anglosajón tampoco. -¿Entonces? -Habrá que buscar otro modelo. Tiene que ser una arquitectura que empiece por la base de unos derechos fundamentales consensuados y a partir de ahí empezar a montarlos entre todos con un alto ejercicio de empatía que no siempre estamos dispuestos a ejercer y con la voluntad de todos que es lo que falta. -Pero quizás es el momento. ¡Se ha prohibido el burka en Coín! -Es un error, un auténtico error prohibir esas cosas. La lucha consiste en dar a la mujer islámica oportunidades de formación, de autonomía económica y personal, y en abrir espacios de opinión y de reivindicación para que sea ella quien decida su vestimenta como lo ha hecho la mujer española cuando le han dado la oportunidad de independizarse del corsé formal de una moral trasnochada que le impedía ponerse pantalones o que la obligaba a cubrirse la cara en las ceremonias matrimoniales en nombre de la tradición que ya sabemos lo que esconde. -¿La universidad contrarresta el pensamiento en automático? -No lo sé. Yo lo intento con mis alumnos y muchos de mis compañeros también. Creo que esa es la principal misión de la universidad, enseñar a pensar y a decidir por cuenta propia y no en automático a golpe de consignas de un corral o de otro. -¿En qué momento está la universidad? Acaban de cambiar los planes de estudios. -El conocimiento estaba creciendo mucho pero en parcelas muy pequeñas, en vertical y aislado. Se comprobó que ese conocimiento no servía por sí solo para solucionar los problemas. Entonces se propuso abrir pasarelas para fundir el conocimiento y construir en horizontal alrededor de los numerosos problemas que aquejan a la sociedad y en ello estamos. Los problemas son los mismos que con las fusiones de las empresas o de las cajas : la difuminación de los liderazgos consolidados, el reconocimiento de los nuevos y las exigencias de cooperación. -Y entonces se cambia el sistema de enseñanza. -El crecimiento del conocimiento ha sido tal que resultaba inabarcable. Por eso ahora el método de aprendizaje consiste en entregar al alumno una caja que deberá ir llenando a lo largo de su vida. Esas herramientas son los principios, los valores, la arquitectura de los conocimientos, la capacidad de búsqueda, selección, sistematización y utilización del conocimiento para la solución de los problemas y finalmente la capacidad de construcción autónoma del conocimiento. Y esas herramientas comienzan en la educación primaria y secundaria, continúan en el grado, siguen en los posgrados y doctorados y se prolongan a lo largo de la vida. -En definitiva, el planteamiento le gusta. -Sí, pero hecho así, ¿eh? -Esa es la otra parte. -Ver cómo aplicamos el concepto. El objetivo universitario no creo que deba ser preparar profesionales, salvo a los docentes e investigadores universitarios, sino preparar a ciudadanos con capacidad para pensar, para innovar, para seguir creciendo como personas y capacitarlos para que puedan aprender los entresijos de las diversas profesiones a las que habilitan las licenciaturas antiguas y los grados actuales. -Pero el discurso oficial no dice precisamente eso. -Es verdad. Pero me siento incapaz de defender consignas en las que no creo. -¿Tiene la universidad las condiciones para hacer este cambio? -Aquí ya topamos con otro elemento. Cuando todo se diseña hace diez años el descenso del número de alumnos era considerable. Las perspectivas eran que se podía cambiar el paradigma porque esta metodología de estudio requiere un tratamiento muy individualizado. Pero nadie contaba con la crisis, estábamos en el esplendor de la riqueza en automático. -Las aulas se han llenado buscando formación. -De una manera que no te puedes ni imaginar. Ese es un problema muy grave. -En esta ciudad se piensa mucho en automático. -Sí, es que es muy cómodo. Los ciudadanos lo que queremos es comodidad. -¿Cómo ve la sociedad civil en Málaga? -Muy pasiva y complaciente. -¿Qué cree imprescindible en esta ciudad? -¡La educación! Me refiero a la educación ciudadana. Hace falta respeto, contención en el comportamiento y en el verbo. Si queremos elevar un poquito la excelencia como destino turístico no podemos consentir el griterío en los restaurantes o través de la ventanilla de los coches, ni la suciedad de las calles o la lenidad de los padres ante los compartimientos de sus hijos menores, no se puede permitir que quede Málaga hecha un estercolero en la Feria o cuando pasa el Cautivo, habría que rebajar un poco ese tuteo desenfrenado. Lo que le pido a Málaga es un poquito más de ciudadanía, de respeto a lo público. No tenemos sentido de propiedad de lo público, de lo que es de todos. Esa idea es muy importante para avanzar. Por ejemplo, el IVA, que es de todos, no se puede seguir preguntando con total impunidad ¿con o sin IVA?, ni pasar por encima de las zonas ajardinadas, en fin todo eso que hace que funcione mejor una sociedad, aunque a pesar de todo Málaga es maravillosa. Los derechos corresponden al medio de comunicación en el que fue publicado
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