Fecha Publicación:
30 Mayo 2010
La especialista cree que la crisis comportará cambios profundos en las tendencias de los jubilados extranjeros que se trasladan a Málaga
La Opinión de Málaga | Entrevista
En los anaqueles de su despacho, instalado en la Facultad de Derecho, se apilan estudios sobre la movilidad geográfica de los mayores. Pocos saben tanto de las motivaciones y las costumbres de los miles de extranjeros que se jubilan en la Costa del Sol. Su equipo es el artífice de un proyecto pionero destinado a mejorar la vida de las colonias de residentes y reforzar la rentabilidad de un negocio susceptible de generar cuantiosos ingresos en Málaga.
¿Cómo ha afectado la crisis a los jubilados extranjeros que se establecen en la Costa del Sol?
Actualmente estamos inmersos en un estudio que nos revelará la incidencia, pero existen indicios que apuntan a un cambio radical del escenario. Algunos se han marchado por la caída de la libra. También hay casos dramáticos, de mayores que lo han invertido todo en su casa y ahora tienen que regresar y nadie les compra su propiedad...
¿Se espera una diáspora de la tercera edad?
Estamos pendientes de los resultados, pero algo así sería exagerado. Málaga, al igual que otros puntos del Mediterráneo, es la primera opción para los mayores europeos. Lo que sí hace falta es recuperar la seguridad jurídica, que siempre ha sido una garantía en la provincia.
¿Cómo ha sido la evolución de los mayores en Málaga? ¿Hay flujo del litoral al interior?
Los extranjeros que deciden retirarse en la provincia no siempre apuestan por la Costa. La implantación es heterogénea. Muchos se decantan por establecerse en la colonia de sus países y, otros, buscan puntos dispersos, aunque no demasiado alejados de su comunidad. Las costumbres son distintas. Piense, por ejemplo, en que los nórdicos están acostumbrados a vivir en casas que distan quinientos metros de su vecino más próximo. Algunas colonias han creado su propia estructura, con intermediadores que conocen el idioma y les ayudan cuando empieza la etapa en la que deben ir al médico e interactuar asiduamente con la administración.
Las colonias de ingleses y alemanes mantienen poco contacto con los vecinos de la zona. ¿Incompatibilidad cultural?
No exactamente. Es cierto que a algunos les choca culturalmente la vida de los españoles, pero el mayor obstáculo para su integración es, sin duda alguna, el idioma. Hay que tener en cuenta que no se trata de multimillonarios, sino de albañiles, panaderos o abogados que vienen a descansar después de toda una vida de trabajo. En esas circunstancias, pocos tienen ganas de someterse al esfuerzo de aprender una lengua desconocida.
¿El sol pesa más que el terruño?
Más bien es una motivación, al igual que la sanidad española. Muchos regresan a sus países en los meses de verano porque el calor de agosto se les hace intolerable. Se trata de una dinámica consolidada, que empezó en los años sesenta. Normalmente vienen primero de vacaciones y buscan el lugar en el que fijar su residencia. Luego compran y se quedan, atraídos por todos esos reclamos.
Algunas inmigrantes, como los de nacionalidad china, abogan por regresar a sus países para morir. ¿Ocurre lo mismo con las principales nacionalidades de la Costa del Sol?
Generalmente, no. Incluso en los últimos años se ha impuesto la donación de restos a la ciencia, que les permite desembarazarse de la expatriación y los gastos del sepelio y, al mismo tiempo, cumplir una labor. La mayoría de las donaciones que se producen en España corresponden a extranjeros.
Los mayores españoles no se animan a emigrar a otros países. ¿Es una cuestión cultural?
Por un lado influyen las condiciones de vida de España, el clima, la sanidad, pero, sí, es una cuestión eminentemente cultural. Los extranjeros que llegan a Málaga suelen tener más autonomía, tanto a nivel económico como intelectual y familiar. Aquí hay más dependencia social. El apego familiar es distinto, los españoles entienden que deben ocuparse de los nietos, que no pueden estar lejos de los hijos. No obstante, en las nuevas generaciones se aprecian cambios.
¿La sanidad española es tan determinante?
Más que la propia sanidad, es el acceso de los extranjeros. Se trata de una franja de edad en la que el soporte sanitario se convierte en una prioridad. La situación en España es diferente. Si estás de vacaciones en el extranjero y tienes una urgencia, te pasan una factura que posteriormente te abona la administración. En el caso de residir fuera, hay que pedir autorización al Estado para que se ocupe de pagarle al país en el que residas por tus gastos en sanidad. En España, no existe la cultura de la factura. Se atiende a todo el mundo. Incluso, se les da acceso gratuito a servicios sociales como la ley de dependencia, siempre que estén empadronados. Por el momento, no la han solicitado muchos porque cuentan con sus propios seguros, pero no estaría mal empezar a cobrar a sus países.
¿No sería disuasorio?
No tiene por qué. No hay que olvidar que están acostumbrados a que les cobren. Cuando discutimos en seminarios sobre este asunto, los extranjeros siempre nos dicen lo mismo: si quieren que paguemos, ¿por qué no nos pasan la factura? Existen aspectos como éste que demuestran que la inmigración de los mayores todavía está descoordinada en nuestro país.
¿Ha pasado ya la crisis de las casas ilegales?
Ése ha sido un problema que ha llegado a la Unión Europea, después de abordarse en los parlamentos de muchos países. Es cierto que algunos extranjeros venían buscando una bicoca, pero otros se dejaron embaucar y ahora pagan las consecuencias. ¿Quién no quiere comprar una casa más barata si se la ofrecen con todas las garantías? Muchos se han encontrado sorpresivamente con la notificación de que su casa era ilegal, otros ni siquiera han podido construirla. Esperemos que se solvente la inseguridad, que inhibe al comprador, y se vuelvan a adquirir casas.
¿Es un mercado rentable para el sector turístico?
Sin duda, y aún puede serlo más. Normalmente, los residentes extranjeros no tienen cargas económicas familiares y todos sus ingresos los dedican a servicios. Con la orientación adecuada, existe un gran potencial para que generen puestos de trabajo. Su presencia podría significar el desarrollo de industrias complementarias como los servicios medicinales. Atención a domicilio, ortopedias, todo eso tendría cabida.
¿Y por qué no se desarrolla esa industria complementaria?
Precisamente eso forma parte de la propuesta del Observatorio. En 2005 planteamos la creación del sello LER (Lugar Europeo de Retiro). Se trata de una distintivo para los municipios que indica que cumplen los parámetros de calidad exigidos por este tipo de residentes. El proyecto es amplio e incluye los baremos que marca la excelencia, tanto en términos de servicios como de integración.
¿Qué beneficios comportaría su puesta en marcha?
En primer lugar funcionaría como un foco de atracción. Es una iniciativa pionera que podría utilizarse como reclamo en las ferias de turismo. Entre sus exigencias, figura el compromiso de los ayuntamientos de alentar el empadronamiento.
¿Cómo se concilian los servicios que reclaman los mayores con los estímulos que mueven al turismo más joven?
Con las mismas reglas de urbanidad que rigen la convivencia en cualquier parte. Los mayores no quieren un gueto, es beneficioso que tengan contacto con la juventud porque eso les rejuvenece. Precisamente, el proyecto LER incluye propuestas en ese sentido, como promover que los residentes extranjeros puedan acoger a estudiantes españoles de su idioma o, incluso, que dediquen parte de su tiempo a colaborar con los programas de conversación de los colegios. Eso favorecería la integración y les ayudaría a mantenerse activos, por ejemplo.
¿Qué países cuentan con mayor calidad de vida entre este tipo de población?
El concepto de calidad de vida es radicalmente relativo. Una persona mayor procedente de un pueblo empobrecido de Bolivia cuenta en España con acceso a la sanidad, pero eso no garantiza que sus condiciones sean mejores aquí que en su país de origen porque intervienen numerosos parámetros, la familia, la compañía, el entorno. Si se refiere al nivel económico, está claro que los que tienen más recursos son los de países del norte de Europa como Dinamarca, además de la población alemana, que también resulta numerosa en la provincia de Málaga.
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